Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte.
Job 19.25 (NVI)
«TENGO miedo de morir», dijo mi mamá, acostada en la cama del hospital. Había hablado poco desde esta última admisión al hospital, una de muchas en estos pasados dos años, en los que se ha visto un deterioro en su salud física y mental. Al escuchar esas palabras, mi primer impulso fue asegurarle que ella no estaba muriendo. Pero observando su cuerpo encogido, comprendí que lo estaba. Cuando nuestros ojos se encontraron, fue como si la cortina entre las dos se levantara brevemente. Sentí que al hablarle ella no sólo escucharía, sino que entendería. «No temas, mamá. Cuando mueras estarás con Dios y será maravilloso», le dije.
Ella falleció unas semanas después y me alegro haber compartido ese momento especial. El ver el deterioro de su cuerpo y de su mente me hizo consciente de mi propia mortalidad. Me enfrenté al hecho de que nuestros cuerpos son una morada temporera. No sabemos qué ocurrirá cuando muramos, pero sabemos algo: ¡Estaremos con Dios y será maravilloso!
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