Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados…
- 2ª a los Corintios 4.8 (NVI) Todos hemos sufrido. El dolor a veces nos deja una cicatriz permanente en el corazón. A los dos meses de edad, a mi hija Sara le diagnosticaron una enfermedad mortal en el hígado. El diagnóstico inició un período emocionalmente agotador para nuestra familia, con momentos en que pensamos que la perdíamos. No sucedió así; ella recibió un trasplante de hígado en abril de 2009. La enfermedad y la cirugía de Sara nos agotaron.Sin embargo, nunca nos sentimos lejos del cuidado y de la gracia de Dios. Descubrimos a Dios en los amigos que estuvieron con nosotros; en los creyentes que oraron por nuestra familia. Encontramos a Dios en el cuidado que nos brindó nuestra iglesia. Vimos a Dios en el dinero que recibimos y que nos ayudó a pagar los gastos. Todavía vivimos cada día orando para que el hígado trasplantado no falle, y que mi hija pueda vivir una vida larga y fructífera. Su vida está en las manos de Dios. La fidelidad de Dios nos permite vivir, hoy y siempre.
Pensamiento para el día: En medio del dolor pueden florecer grandes bendiciones.
Oración: Señor, recuérdanos que estás con nosotros en cualquier camino que debamos seguir. Amén. OREMOS: Por quienes esperan por un trasplante.
Fuente: The Upper Room
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