LECTURA DE HOY
Segunda carta de san Pablo a los Corintios 1:3-7
...quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren... - 2ª a los Corintios 1:4 (NVI)
Cuando tenía poco más de treinta años, comencé a sufrir ataques de pánico. Unas semanas después, fui admitida en un hospital psiquiátrico y diagnosticada con trastorno bipolar. Esta situación me asustó mucho porque no tengo antecedentes de problemas mentales. Un buen médico, la medicación adecuada y un cambio en la dieta me estabilizaron, pero no satisfizo mis preguntas más profundas. ¿Dónde estaba Dios y cuál era mi papel en el proceso de sanidad?
Comencé a involucrarme más en mi iglesia. Me empapé de la Escritura y busqué a Dios en todas partes. Profundicé mi vida de oración. Mi fe creció y busqué amar y perdonar a otras personas y a mí misma. Dieciséis años más tarde, el Señor me libró del temor.
Dios nos sana, pero no siempre cuando lo esperamos o dentro del ámbito de nuestro entendimiento. Aún sufro de trastorno bipolar, pero en Cristo mi alma se mantiene más en paz que antes del colapso nervioso. Ya no tengo altibajos emocionales y me siento más valiente. El camino duro a través del desierto me preparó para responder al llamado del Señor: «¡Consuelen, consuelen a mi pueblo! —dice su Dios—» (Isaías 40:1, NVI). Las luchas de otras personas no son como la mía, pero al ofrecer el consuelo que recibí del Señor, puedo ayudarles a encontrar su propio camino de regreso a casa.
¿Cómo ofreceré el consuelo del Señor a otras personas hoy?
por los profesionales de la salud mental
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