Léase Génesis 21:1-7
Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo».
- Génesis 21:6 (NVI)
Una mañana de domingo descubrí algunas caras serias en mi congregación. Conozco muy bien a estas personas y los muchos problemas que pesan en su corazón. Cuando invité a los niños a pasar al frente, marcharon lentamente por el pasillo central, mirando los rostros tristes. Isaac, mi hijo de dos años de edad, sin embargo, corrió por el pasillo gritando «¡Mami!» y se arrojó en mis brazos. Di con la mirada de mi esposa, la mamá de Isaac, sentada en la primera banca, y entonces toda la congregación se echó a reír en respuesta a la exclamación alegre de Isaac.
Durante muchos años Sara, la esposa de Abraham, deseaba tener un hijo. Ella esperó, oró y lloró acongojada. Pero su sufrimiento fue solamente pasajero. Ahora que este milagro, Isaac, había llegado, ella rió, esperando poder compartir este gozo con quienes se echaran a reír con ella.
En este mundo estamos rodeados de penas y preocupaciones graves. Sin embargo, Dios está con nosotros y puede brindarnos alegría. A veces, el gozo nos llega de forma directa, como le ocurrió a Sara. Otras veces, llega de manera indirecta, a través de la alegría de los otros. Sin embargo, el don de la alegría llega y nos recuerda que las penas y las preocupaciones de este mundo son pasajeras.
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